domingo, 27 de junio de 2010

El asedio de Belgrado 1456.




Tras la conquista de Constantinopla en 1453, el sultán Mehmet II consideraba que el mundo entero terminaría por someterse a su dominio. Así, cuando Georges Brankovic rey de Serbia, se negó a cederle varias plazas fortificadas el sultán turco preparó su ejército.

Entre 1455 y 1456 los otomanos reclutaron y organizaron en Grecia un ejército que posiblemente alcanzaría los 100.000 hombres. Incluso en el invierno de la Edad Media, que un soberano pudiese concentrar semejante cantidad de hombres y mantenerlos durante todo el invierno y la época de la siembra dice mucho de los recursos de su imperio.

Europa surgía aún de la época feudal envenenada por las discordias entre cristianos y los estragos de la peste, pero el imperio turco se encontraba en pleno ascenso, dominando provincias extensas y fértiles, recaudando importantes tributos. Con un potente tren de artillería y tras entrenar concienzudamente a sus tropas, el sultán comenzó el ascenso hacia el norte apoyado por una importante flota fluvial.

La campaña contra Belgrado tenía un fin último: La conquista de Hungría y la derrota definitiva del peor y mas enconando enemigo de los turcos: Juan de Hioandera ( Janos Hunyadi). Este hombre, casi por si solo, estaba detrás de todos los desafíos al poder de los otomanos: Mientras Janos y los húngaros resistieran, el imperio otomano no se asentaría en la cuenca del Danubio. El pánico cundió en los Balcanes. El rey Lazar de Hungría abandonó aterrado su capital, Buda, cuando aún los otomanos no habían llegado hasta Belgrado. En realidad su decisión no era si no el resultado del fracasado congreso cristiano celebrado en su ciudad: De todos los príncipes cristianos de Europa, convocados por el Papa, no obtuvo si no juramentos y palabras...pero ni un solo soldado. Los "defensores de Cristo" abandonaban su causa, pero a falta de reyes y emperadores 2 hombres tomarían en sus manos la defensa de la causa de Dios cuando el legado papal, el cardenal de Carvajal ya solo confiaba en la intervención divina. Juan de Capistrano, una suerte de Pedro el ermitaño resucitado, se comprometió a predicar la cruzada entre las gentes humildes, que formaron bajo sus órdenes una masa desaliñada y hambrienta que comenzó el avance hacia el sur. Juan de Hioandera, desposeído de su condición de regente de Hungría pero aún Capitán General del reino y Voivoda de Transilvania, preparó a sus tropas para acudir en defensa de Belgrado. El destino de naciones enteras quedó en sus manos cuando sus soberanos las abandonaron.


El 7 de julio de 1456 el campo en derredor de Belgrado amaneció nevado...pero no se trataba de nieve si no de las blancas tiendas de los otomanos que lo ocupaban todo hasta donde alcanzaba la vista. Murad II ya había asediado sin éxito la fortaleza, considerada inexpugnable, durante 6 meses. Sus asesores recomendaron al nuevo sultán un cerco intenso que rindiese la ciudad por hambre...pero el conquistador de Constantinopla no iba a esperar la rendición de una ciudadela menor.

Su gloria sería superior si la ciudad caía tras un asalto protagonizado por el mismo. El 10 de julio, ya instalados los cañones, comenzó la lenta demolición de las murallas. Los navíos turcos bloqueaban el Danubio, pero Hunyadi ya había logrado introducir 10.000 hombres al mando del gobernador de Croacia, su hijo.

Pero los turcos apretaban el cerco, por lo que el grueso del ejército, 12.000 soldados veteranos, 1.000 caballeros y una multitud inmensa de campesinos y vagabundos al mando de Capistrano, se pusieron en marcha. Los defensores de la ciudad, gracias al valor de un jinete que rompió el cerco, se pusieron en contacto con Hioandera: La ciudad estaba perdida si no se reforzaban sus defensores en 3 días.

El Capitán General adoptó una medida desesperada: Sus tropas veteranas intentarían romper el bloqueo turco del Danubio. Se dispusieron todas las naves útiles y se protegieron con tablas: La gran batalla por Belgrado se libraría en el río. Los turcos tenían dispuesta una barrera de galeras reforzada por cadenas, pero el empuje de los navíos de Hioandera fue suficiente para colapsar la barrera. Se produjo una gran batalla sobre los navíos, hasta que el empuje de los hombres de Hungría y Transilvania fue suficiente para alcanzar los muros de Belgrado. El sultán, humillado, mantuvo a sus cañones disparando sobre la ciudad durante una semana entera. Los muros de la ciudad se derrumbaron en tres puntos proporcionando otras tres brechas para el asalto otomano. Tras el largo bombardeo, y a media tarde, los grandes tambores otomanos dieron la señal de asalto: El empuje insuperable de los jenízaros consiguió tomar las murallas de la ciudad, pero cuando ya saqueaban las primeras casas confiados en su gran victoria un tumulto inmenso surgió de las murallas de la ciudadela: Los Húngaros habían abandonado las murallas exteriores refugiándose en la ciudadela y atacaban ahora a los jenízaros, que no podían retirarse debido a las murallas que quedaban a sus espaldas: Un sistema de contraataque contra los asediadores diseñado en los castillos de reducto central.

La lucha se prolongó hasta el amanecer, sin que la fiereza del combate disminuyera en la oscuridad. Los jenízaros, dirigidos por el propio sultán, asaltaron una y otra vez las murallas de Belgrado. Pero los húngaros de Janos mantuvieron sus posiciones sin ceder un solo centímetro. El ejército turco se desangraba sobre las piedras de Serbia...Y lo peor no había llegado aún. Con un grito espantoso, en medio de la madrugada, las harapientas fuerzas de Juan de Capistrano habían alcanzado el campamento turco. Los cañones turcos apenas pudieron aguantar el embate de aquella masa desarmada. El ejército otomano se encontró entre dos fuegos, y solo gracias al empleo de la caballería Spahi pudo el sultán salvar su vida en el último momento, siendo el mismo herido en la frente.



A pesar de los incendios causados por los turcos en su retirada el botín capturado por los cristianos fue inmenso, todo el tren de artillería, inmensidad de armas, tiendas y provisiones... Paradójicamente la victoria traería frutos más dulces para los turcos que que para los vencedores: Pocos tiempo después Janos moría victima de la peste, siendo celebrado por el mismo Papa como el hombre más grande nacido en los últimos 300 años. Juan de Capistrano le seguiría al propio tiempo, alcanzando la condición de beato de la Iglesia. Los hijos de Janos combatirían al rey de Hungría, y los herederos de Brankovic entre ellos...mientras que en Constantinopla el sultán celebraba con un fasto inaudito la circuncisión de sus herederos.

En su afán por hacer olvidar el fracaso ante los muros de Belgrado se dedicó en los años siguientes a campañas más sencillas: Primero asentó definitivamente su poder sobre la península de Morea, y después emprendió una campaña contra el imperio de Trebisonda que también sometió. Los ulemas proclamaron que ningún griego llevaba ya el título de rey, y que las tres coronas pertenecían por derecho al señor de los 2 mares y las 2 tierras: la de Asia, la de Bizancio y la de Trebisonda. Meted se hizo siempre representar con las tres coronas mencionadas, y después partió hasta las ruinas de Troya para proclamar vengados a los héroes de Asia. Todo por olvidar su huida ante los mendigos de Capistrano. El Papa trató de organizar la cruzada definitiva que exterminase a los turcos, que llevase a sus palafreneros a abrevar sus caballos en la Meca...pero una vez más, lo único que obtuvo fueron palabras y juramentos solemnes...que no llevaría a nada. Aún faltaba más de un siglo para que el peligro turco fuese definitivamente detenido en Lepanto.

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