miércoles, 15 de julio de 2009

Caporetto. 24 octubre-9 noviembre de 1917.


Después de la undécima batalla de Isonzo, comenzada en Agosto de 1917, finalmente las tropas italianas habían doblegado a las del Imperio Austrohúngaro. Después de cientos de miles de víctimas por ambas partes, los italianos controlaban el escenario de la batalla. Más de 540.000 soldados italianos habían atacado a lo largo del frente y el Ejercito Austrohúngaro del general Boroevic apenas pudo oponerse a semejante fuerza. Después de once intentos y más de 400.000 bajas, el general italiano Cardona veía Viena más cercana.

Por primera vez desde el comienzo de la guerra el Imperio Austrohúngaro solicitó ayuda a Alemania para evitar el desastre que se cernía sobre el frente italiano. Las tropas austrohúngaras estaban exhaustas y no serían capaces de repelar un ataque italiano sobre el estratégico puerto de Trieste, muy ansiado por Italia. Se calculaba que los italianos habían situado entorno a los 608 batallones de infantería y a las 3.700 piezas de artillería en los terrenos altos que hasta hacía poco habían estado en mano de los austriacos. A pesar de la importancia de las posesiones austrohúngaras amenazadas, Alemania decidió no involucrarse de lleno en una batalla que el Alto Mando consideraba secundaria con respecto a las del Frente Occidental. Para ello y debido a los continuos fracasos austrohúngaros, el Alto Mando militar alemán, ahora en manos del general Ludendorff, decidió que el Frente Italiano pasase a estar bajo dirección alemana y que la estrategia de la futura batalla estuviese en manos alemanas.



Bajo estas premisas de no implicación total y de mando alemán se creo el XIV Ejercito conjunto austro-alemán compuesto por siete divisiones de infantería alemanas y ocho divisiones de infantería austrohúngaras. Todas ellas estarían bajo el mando directo del general Otto von Below. Éste era primo del general Fritz von Below(que había dirigido con maestría a los alemanes en El Somme) y veterano ya de Rusia(estando presente en Tannenberg) y Macedonia. Considerado un hombre capaz, tenía bajo su mando a parte de las nuevas tropas de asalto alemanas que tan buen resultado estaban dando con acciones como la toma de Riga. A pesar del carácter secundario que se había dado a esta acción, Alemania dotó de una gran cantidad de piezas de artillería, de un importante destacamento aéreo (que constaba de un escuadrón por cada kilómetro de frente) que resultaría idóneo para observar al enemigo en tan escarpado terreno y por último de más de mil unidades de proyectores de gases similares a los británicos Sistemas Livens.

A toda esta fuerza había que sumarle los restos de los I y II Ejércitos austrohúngaros del general Boroevic. El plan de ataque sería conocido como ”Waffentreue”, “fidelidad a las armas”.




Mientras tanto, un exultante general jefe Cadorna vaticinaba que hasta finales del invierno las tropas autrohúngaras no se recuperarían del castigo inflingido en Isonzo. Desatendió las informaciones que le hablaban de una importante concentración de tropas enfrente suya, de que parte de esas tropas eran alemanas e incluso ignoró los testimonios de prisioneros austriacos que habían sido capturados portando máscaras antigás y que confesaban los planes de ofensiva conjunta. Para él, en caso de que un ataque se llegase a producir, éste sería más al norte, cerca de Trentino.



El plan alemán para la batalla que se avecinaba era el de una ofensiva inicial contra las posiciones italianas de Tolmino y Plezzo, dos pequeñas poblaciones sobre el Isonzo y desde allí penetrar en la llanura véneta en la región de Friuli. Desde allí se desplegaría la fuerza principal y se atraparía a los italianos contra los Alpes Cárnicos. En esa zona el trazado del rio y los valles dejaban al ejercito italiano débilmente comunicado entre las diferentes unidades.

Para el rápido avance que se necesitaba se iban a usar las tropas de asalto que tan buen resultado estaban dando en los otros frentes. Pertrechadas con ametralladoras y artillería ligera, se introducirían rapidamente entre las líneas de la vanguardia italiana, cortando sus comunicaciones y dejándolas aisladas del resto de las tropas de su país y a merced de el núcleo principal de las tropas austrohúngaras y alemanas, que mediante el uso de artillería pesada y de los gases tóxicos (las máscaras de protección italianas eran del todo insuficientes) podrían fácilmente rendirlas. Así de esa manera se liberaba a muchos soldados de asaltos por empinadas montañas en donde el defensor tenía la ventaja y se permitía que se ocupasen de los refuerzos de retaguardia enemigos.



Se ordenó que la batalla la iniciase el XIV Ejército de von Below que debería atacar por sorpresa al II Ejercito italiano al mando del general Luigi Capello en Udine. Dicho general italiano se encontraba convaleciente por afecciones renales, por lo que su capacidad de mando se encontraba sumamente mermada. El día 24 de Octubre comenzó el ataque.

Se lanzó una importante barrera artillera en un frente de 40 km en medio de una noche lluviosa. El gas fue utilizado ya desde un primer momento debido a que los alemanes sabían que pocas tropas italianas estaban dotadas de medidas de protección. Como al día siguiente comenzó muy nublado, el avance austro-alemán gozó de cobertura adicional. Se avanzó en tres direcciones: dos agrupaciones contra los flancos y la otra agrupación directamente contra el débil centro italiano.

Los soldados italianos mostraron una mayor disposición a luchar que lo que se esperaba de ellos y los flancos aguantaron el empuje, pero en el centro, hacia la población de Caporetto cedió ante las fuerzas austrohúngaras y alemanas. Mientras tanto el general Capello, postrado en cama, se negaba a dejar el mando a sus subordinados y pretendía dirigir personalmente la defensa. En los días 25 y 26, la llanura de Bainsizza, que tantas vidas italianas y tiempo costó conquistar durante la última batalla de Isonzo, volvió a manos austrohúngaras. Mientras las fuerzas conjuntas procedían a terminar con los resistentes italianos en los terrenos elevados. A temperaturas bajo cero, mal equipados y agotados, muchos italianos decidieron rendirse


Las tropas italianas del centro en Caporetto ante el temor de ser envueltas comienzan la retirada. Lo que empezó como una retirada organizada terminó en un torrente de hombres presos del pánico. El II Ejercito italiano dejó de existir como fuerza: armamento de todo tipo(cañones, obuses, ametralladoras, municiones,…)fue abandonado sobre el terreno, los soldados desertaban en masa, muchos se rendían a los enemigos, etc etc. Hay que decir que el soldado italiano medio después de cruentas batallas con escaso éxito, sometido a numerosas privaciones y enfrentados a sus mandos directos por la manera severa como eran tratados (muchos habían recibido hasta castigo físico por parte de sus oficiales), ya estaban al límite por lo que vieron en el entregarse al enemigo la mejor manera más rápida de acabar con la guerra.

Mientras el centro italiano se retiraba cada vez más hacia el oeste, sus flancos quedaban en una posición peligrosa. Tanto el III Ejército al sur como el IV Ejército al norte se tuvieron que replegar bajo el acoso enemigo para no ser rodeados. En cuatro días, Cadorna había perdido todo el territorio que había costado conquistar tantos meses.




El 3 de Noviembre los agotados supervivientes de los ejércitos de Italia cruzaron el río Tagliamento. Paradójicamente las potencias centrales no habían prevenido una victoria de tal calibre y no contaron con las provisiones ni con la caballería necesarias para cortar el camino a los italianos y haberles inflingido una derrota total. Al cruzar el río, destruyeron los puentes y al encontrarse las aguas muy caudalosas los austrohúngaros y los alemanes no pudieron seguirlos, por lo que aprovecharon la pausa para reorganizarse.

Tanto Francia como Gran Bretaña enviaron fuerzas a reforzar a su aliado (en total 11 divisiones y 44 baterías) y asegurar que ni Venecia ni el Trentino cayesen en manos alemanas. El día 9 de Noviembre es destituido el general Cadorna por el general Diaz, un hombre más preparado para la guerra y apreciado por la tropa. Finalmente se fija la línea defensiva en el río Piave y el monte Grappa en donde las ya débiles y agotadas divisiones alemanas y austrohúngaras deciden también detenerse después de unos infructuosos ataques en Diciembre de ese año.

Entre muertos, heridos, prisioneros y desaparecidos, Italia perdió alrededor de 700.000 hombres