jueves, 5 de marzo de 2009

Inkerman, 5 de noviembre de 1854


La guerra de Crimea (1854-56 )surgió de los intentos de Rusia de expandirse hacia el sur a costa del imperio otomano y de la determinación de Gran Bretaña y Francia de evitar dichos intentos. Rusia ocupó las provincias turcas del danubio en julio de 1853; Turquía declaró la guerra en octubre y Gran Bretaña y Francia, el mes de marzo siguiente. Cuando los rusos, amenazados por la intervención austriaca, se retiraron, los ejércitos aliados se centraron en la península de Crimea y en la destrucción de la base naval de Sebastopol, desde la cual Rusia controlaba el mar negro y amenazaba a Estambul.


Las fuerzas anglofrancesas tomaron tierra el 14 de septiembre de 1854, se desplazaron hacia el sur, a Sevastopol, y libraron una gran batalla en el río Alma. Aunque Sebastopol pasó a estar sitiada, gran parte del ejército ruso permaneció en el interior de la península y pudo comunicarse con la ciudad, sitiada de forma incompleta, y amenazar a los sitiadores. Los rusos intentaron atravesar el puerto de abastecimiento británico en Balaklava el 25 de octubre; al día siguiente, una expedición rusa comprobó la verdadera extensión de la parte británica de la línea de asedio.

Aunque reconocían la vulnerabilidad de este flanco, los comandantes aliados Canrobert y Raglan decidieron concentrar sus recursos limitados en un asalto decisivo a la ciudad antes de la llegada del invierno.


Menshikov, el comandante ruso, se encontraba presionado por el zar para que atacase rápidamente, acabase con el asedio y expulsase a los invasores de Crimea. La llegada de refuerzos desde el escenario del Danubio le aportó una notable superioridad en hombres y artillería. Diseñó un golpe decisivo a través de un movimiento de tenazas dirigido a la débil derecha británica. Dos fuerzas convergentes reducirían y tomarían la apenas defendida cumbre de Inkerman, y ocuparían la llanura de Queroneso por detrás de las fuerzas de asedio, al tiempo que los ataques diversión mantendrían ocupados a los franceses. Menshikov confió el mando de la campaña al general Dannenberg, que acababa de llegar con las tropas danubianas.


El ataque ruso comenzó en la madrugada del domingo 5 de noviembre, cuando todavía no había luz. Los 19 000 efectivos de infantería, con artillería de apoyo, mandados por el teniente general Soimonov avanzaron desde Sebastopol hacia el extremo derechho de las líneas británicas en Inkerman. Una segunda fuerza de 16 000 soldados al mando del teniente general Paulov, acompañados por Dannenberg, tenía previsto realizar un avance simultáneo cruzando el río Tchernaya para unirse a las tropas de Soimonov y romper las líneas británicas.


Zuavos franceses al rescate de los británicos.


Sin embargo, las reparaciones del puente de Inkerman y los cambios introducidos por Dannenberg en el programa de Menshikov evitaron la unión de las dos fuerzas, que atacaron consecutivamente en lugar de hacerlo de forma simultánea. Gracias a la oscuridad, la llovizna, la niebla y el terreno, Soimonov logró sorprender totalmente al adversario, pero el comandante de la Segunda División británica, el general de brigada Pennefather, decidió avanzar a los soldados de que iba disponiendo con el fin de reforzar sus pelotones en lugar de retirarse a la llanura para esperar más refuerzos.


El 21 de los Reales Fusileros Escoceses manteniendo la posición ante los rusos.



Esta táctica evitó que la superioridad númerica y armamentística de los rusos ( que habían instalado la artillería en Shell Hill, complementada con dos cañoneros apostados en la bahía ) tuviese su efecto completo.


Ninguno de los bandos era completamente consciente del número de efectivos y de las disposiciones del contrario, ni siquiera cuando la niebla se disipó parcialmente y tuvo lugar una serie de enfrentamientos encarnizados e inconexos en los montes y en los barrancos flanqueados de arbustos al borde de la llanura. Aunque el rifle Minié utilizado por algunos británicos era claramente superior a los mosquetes rusos, el efecto perjudicial de la lluvia nocturna en esos rifles, la escasez de munición y el enfrentamiento de proximidad hicieron que se recurriese básicamente a la bayoneta en la lucha cuerpo a cuerpo.


La guardia de Coldstream realizó 11 cargas a la bayoneta. La resistencia frenética e improvisada de la división de 3000 hombres de Pennefather rompió el avance de Soimonov; el propio general ruso resultó muerto, de manera que la línea británica en Home Ridge continuaba intacta cuando llegó la división de Paulov. Raglan, presente en el campo de batalla, dejó las respuestas locales en manos de comandantes de sectorm pero tomó dos decisiones cruciales: pedir ayuda a los franceses y ordenar a dos cañones de asedio del 18 que se enfrentasen a la artillería enemiga.

Las fuerzas francesas, más numerosas, se enfrentaron a dos ataques de diversión: el primero, una dura salida de la ciudad a la izquierda de la línea de asedio; el segundo, un ataque fingido al sur de la llanura por parte de una fuerza de 22 000 efectivos comandados por el general Gorchakov. La debilidad de la presión de Gorkachov dejó al general francés Bosquet la suficiente confianza para despachar a varios de sus regimientos al norte con el fin de ayudar a los británicos.


En esta segunda fase, cuando los destacamentos que llegaban se lanzaban a la desesperada, la golpeada línea británica abrió un hueco; la confusión y la indisciplina de los comandantes contribuyeron a agravar el problema. Sólo el impacto de los cañones del 18 que debilitó a la artillería enemiga y la llegada de los regimientos de Bosquet ( principalmente zuavos ) mejoraron las cosas. Después de registrar numerosísimas bajas, Dannenberg ordenó la retirada.

La clara superioridad de los rusos, favorecida por la ventaja de la sorpresa, no les otorgó la victoria. Los fallos de coordinación entre los mandos rusos y el avance de las tropas inglesas ( que limitaron al enemigo a un estrecho frente y un terreno difícil en el que no pudo desplegar todos sus recursos ) permitieron mantener la línea hasta la llegada de los franceses.


Inkerman, una batalla totalmente defensiva y de reacción desde el punto de vista de los aliados, podría calificarse como una "batalla de soldados" y un enfrentamiento muy sangriento. " Debemos nuestra existencia como ejército al valor de cada uno de los los soldados", afirmó un oficial.

Las consecuencias de la batalla resultaron negativas para ambos bandos.


Los británicos sufrieron un gran revés, al contar casi 3000 bajas. El asalto planificado sobre Sebastopol pasó a ser imposible y el asedio tuvo que prolongarse durante todo el invierno. Una gran tormenta que destruyó los barcos de aprovisionamiento ingleses en Balaklava el 14 de noviembre agravó las privaciones y las pérdidas durante todo el invierno de 1854-55. Los refuerzos fueron llegando poco a poco a Crimea hasta que los aliados lograron ser superiores desde el punto de vista militar.


Las repercusiones en el bando ruso fueron mayores. Sufrieron 12000 bajas y fue imposible romper el cerco sobre Sebastopol, que cayó en septiembre de 1855, finalizando la guerra con la victoria anglofrancesa. El tratado de París de 1856 desmilitarizó el mar Negro y detuvo la expansión rusa a costa de Turquía durante 20 años. La pérdida del aura de invencibilidad por parte de Rusia, mantenida desde 1815, tendría profundas consecuencias nacionales e internacionales. En cambio, la posición internacional de la Gran Bretaña de Palmerston quedó confirmada y la de la Francia del emperador Luis Napoleón, afianzada.


Soldados del 3r Batallón de la Guardia de Granaderos tras la batalla.















General Penefather




miércoles, 4 de marzo de 2009

BOSWORTH, 22-VIII-1485. Mi reino por un caballo.




Ricardo III ocupó el trono inglés en 1483, tras la muerte de su hermano, Eduardo IV. Había rechazado un rebelión liderada por el duque de Buckingham antes de la aparición del siguiente reto: Enrique Tudor, conde de Richmond. Tudor se encontraba exiliado en Bretaña. A través de su madre, Margaret Beaufort, reclamó un linaje Lancaster poco sólido. Su matrimonio con la hija mayor de Eduardo IV, Isabel, también le hizo ganar a los partidarios desilusionados de la casa de York para su causa.


El 7 de agosto de 1485, Enrique llegó a Pembrokeshire listo para intentar conseguir la corona. Galés de nacimiento, se ganó un gran apoyo local a su paso por el centro de Gales. Al cruzar la frontera para entrar en Inglaterra, se le unieron 500 hombres liderados por sir Gilbert Talbot. Mientras que el padrastro de Enrique, lord Thomas Stanley, se negó a pronunciarse a favor de uno de los dos bandos, su hermano sir William Stanley, más impulsivo, pudo haber animado al pretendiente al trono.


Juntos, los dos Stanley controlaban el poder militar de Lancashire, Cheshire y gran parte del norte de Gales. Sus tropas superaban a los ejércitos enemigos y suponían una presencia desconcertante tanto para el rey como para el aspirante.


Ricardo III recurrió a sus propios seguidores, principalmente los del norte de Inglaterra, para formar a su comitiva a toda prisa. Su ejército se ordenó en las Midlands en cuestión de días. La víspera de la batalla, Ricardo tenía a su mando entre 8000 y 10000 hombres, tal vez el doble de los reunidos por Enrique.


Existe un gran misterio en torno a la batalla de Bosworth, incluso en lo que respecta a su ubicación precisa. La topografía de la batalla y las disposiciones de las tropas también siguen siendo objeto de debate. Probablemente , los ejércitos rivales se desplegaron en la llanura sudoeste de Ambion Hill, cerca de Market Bosworth ( en Leicestershire )


Al parecer, el ejército de Enrique se formó en torno a un centro de mercenarios franceses, armados sobre todo con picas y alabardas. Las tropas galesas e inglesas de Enrique irían armadas con arcos, picos y lanzas. También contaban con algunos cañones, probablemente tomados de la guarnición de Lichfield. Enrique, de 28 años, no era un soldado experimentado, pero contaba con los sabios consejos de John de Vere, conde de Oxford, y del capitán francés Filibert de Chandée.


Por el contrario, Ricardo III era un comandante probado, veterano de batallas ocurridas entre Inglaterra y Escocia, y estaba familiarizado con los métodos de guerra continentales por haber servido junto al ejército de Borgoña durante la campaña frustrada de 1475 en Francia. Las tropas de Ricardo eran numerosas y equilibradas; su infantería, compuesta principalmente por arqueros y alabarderos, contó con el apoyo de la artillería y de una potente fuerza de hombres de armas a caballo.


La mañana de la batalla, el 22 de agosto, todo parecía a favor de Ricardo. Para él, aquel día supondría la posibilidad de establecer la legitimidad de su reinado a través de la victoria. Por esta razón, luchó abiertamente como un rey: lució una corona de oro en su casco y el escudo de armas bajo la armadura. Según los conocimientos militares establecidos, dividió su ejército en tres secciones. La vanguardia, con un número aproximado de 1200 hombres, estaba liderada por el duque de Norfolk; la principal, con unos 2500 hombres, contaba con el propio Ricardo como comandante, y la retaguardia, de un tamaño similar, iba al mando del conde de Nothumberland.

Por su parte, Enrique concentró su ejército, más pequeñoa en una única batalla ( sección ) principal. Se había reunido una vez más con los Stanley el 21 de agosto, pero no había conseguido una garantía segura de sus intenciones. Los hermanos tomaron posición en el flanco izquierdo de Ricardo.



Enfrentado a un enemigo numéricamente superior, Enrique necesitaba cierta ventaja táctica. Cuando comenzó el combate, Oxford guió a la sección principal de Enrique en una marcha de alcance de los flancos, a la derecha de la vanguardia de Norfolk. Con estos dos grupos de hombres encerrados en un combate sangriento, Ricardo podría desplazar su sección principal para acudir en ayuda de Norfolk. Por el contrario, se valió de una oportunidad pasajera para asestar un golpe decisivo en otro punto del campo de batalla. Enrique y su guardaespaldas se habían separado del grueso de sus tropas y Ricardo les vio. Espoleó a su caballo y se dispuso a atacar junto a sus hombres de armas.



Parecían una fuerza imparable. El portaestandarte de Enrique, William Brandon, murió atravesado por la lanza de Ricardo. Se produjo una feroz lucha en torno al portador derribado. Sir John Cheeney se interpuso con coraje en el camino del rey Ricardo, pero también cayó.

Ricardo debía estar sólo a unos pocos metros de su rival cuando un nuevo ataque convulsionó el enfrentamiento.


Sir William Stanley se unió a la batalla, atacando a Ricardo y a su grupo aislado de hombres de armas. El rey, sin caballo, tuvo que huir mientras sus seguidores iban cayendo a su alrededor. El mismo Ricardo cayó finalmente ante las armas de los hombres de Enrique. Muchos soldados de su vanguardia sufrieron un destino similar. Mientras Oxford siguió avanzando, Norfolk fue muerto y su pelotón se dispersó.


La retaguardia de Northumberland, sin embargo, no atacó ni recibió un solo golpe antes de retirarse del combate ( se desconoce si fue debido a la traición o a la creciente confusión de la batalla ). Finalmente, Enrique había vencido.


Aunque considerada tradicionalmente como el final del periodo medieval en Inglaterra, la batalla de Bosworth apenas influyó en las vidas de la mayoría de habitantes de Inglaterra y Gales. Ni siquiera la nueva dinastía se encontraba completamente segura. Enrique VII derrotaría a un pretendiente de la casa de York en Stokeby-Newark en el año 1487, y a otro que acompañaba a una incursión escocesa en el norte de Inglaterra en 1496.


Sin embargo, mirándolo retrospectivamente, la batalla de Bosworth tuvo un inmenso significado histórico. Al parecer, el establecimiento de la nueva dinastía Tudor marcó un nuevo comienzo tras 30 años de guerras intestinas e inestabilidad.


lunes, 2 de marzo de 2009

Maraton, 490 aC. Un triunfo en inferioridad.




En el año 491 aC el rey persa Darío envió embajadores a los estados más poderosos del continente griego con un regalo simbólico de tierra y agua que debía ser devuelto en los mismos términos, y que significaba la exigencia del sometimiento. Muchos se doblegaron, como el estado-isla de Egina, pero los más importantes como Esparta o Atenas, se mantuvieron firmes.

Darío reunió un ejército en Cilicia y ordenó a sus súbditos costeros, entre los que se contaban los jonios, que prepararan una flota de navíos de guerra y transportes a caballo, además de aportar decenas de miles de soldados y remeros para la expedición.


El grueso del ejército procedía de las tierras iraníes en el corazón del imperio. Las fuentes de la época hablan de un ejército de 90 000 a 600 000 hombres, aunque lo más probable es que el ejército estuviera compuesto de 25 000 soldados , incluyendo a 1000 jinetes y una flota de unos 600 barcos. Esta exdpedición contaba con dos comandantes: Datis y Artáfrenes. El objetivo de ésta no era conquistar el continente griego, lo que precisaría fuerzas superiores, sino establecer una cabeza de puente en la costa este de Grecia, en Atenas si era posible. Sólo entonces podría reunirse la fuerza necesaria para una invasión a gran escala.


El primer destino de la expedición fue la isla de Naxos. Su población prefirió no resistir a los persas. Huyó a las montañas y dejó la ciudad y sus templos al enemigo. A lo largo de las Cícladas, muchas islas se sometieron e incluso se añadieron a la flota oriental. Fue en Eubea donde los persas encontraron la primera resistencia, en las ciudades de Eretria y Caristo, aunque ambas fueron sometidas. La expedición puso rumbo a ls costa del Ática, aunque tras diversos sitios y combates la fuerza debía de haber disminuido. Es probable que en el momento de la batalla de Maraton las fuerzas se compusieran de unos 20000 hombres.



La misión del general Datis era desembarcar en el Ática, capturar Atenas y reinstaurar al antiguo tirano Hipias en el poder ateniense. Éste acompañaba al ejército persa en calidad de guía y consejero y fue quien recomendó que la flota atravesara el angosto estrecho de Eubea y desembarcara al ejército en la bahía de Maratón, pues era el lugar practicable más cercano a Erteria y disponía de generosas provisiones de agua y pastos, además de ofrecer ventajs tácticas: la llanura de Maraton era lo suficientemente amplia para desplegar a todo el ejército persa, incluyendo a su caballería.


LA BATALLA


Los generales atenienses decidieron enfrentarse a los persas en cuanto saltaran a tierra. Debían impedirles marchar hacia Atenas y ponerle sitio como a Eretria. Tampoco podían permitirles campar a sus anchas por territorio ateniense, pues aún abundaban los seguidores del tirano exiliado y podrían pasarse a su lado. Los atenienses reunieron un ejército de 9000 hoplitas a los que se añadieron 600 hombres de Platea, ciudad aliada de Atenas. Cuando tuvieron noticia de que los persas habían desembarcado en Maratón, marcharon a través de la llanura central del Ática y remontaron la costa este.


Al llegar a Maratón, atenienses y plateos se afianzaron en un terreno elevado junto a la carretera de Atenas y esperaron allí. El historiador Herodoto refiere prolongadas discusiones en el Estado Mayor sobre la conveniencia del ataque. Lo que es seguro es que los griegos esperaron varios días. El enemigo les superaba ampliamente en número y en el llano abierto podrían desplegarse y usar la caballería. Además los persas debían esperar a que bajaran, pues la posición griega les perjudicaba.


En Maratón los atenienses esperaban refuerzos lacedemonios, pues antes de abandonar Atenas habían enviado a su mejor corredor a Esparta con una petición de ayuda. Los espartanos aceptaron enviar un pequeño ejército, pero sólo cuando llegara la luna llena y acabase la fiesta sagrada de las Carneas.


Mientras tanto, los atenienses discutían sobre cual podía ser la mejor táctica de combate. La mitad de los generales se decantaban por esperar al ataque persa, mientras que la otra mitad prefería llevar la iniciativa y desencadenar el ataque. Finalmente el polemarca Calímaco convenció al general en jefe Milcíades para que desencadenase el ataque, argumentando que la cercana presencia de Hipias y la visión del poderoso ejército persa acabaría por minar la moral griega.


Tras una tensa espera, sin contacto entre los dos bandos, al final los persas se movieron. Comenzaron a formar para la batalla y avanzaron hasta situarse frente a la posición ateniense, intentando arrastras a los griegos a la llanura. Para marchar sobre Atenas los persas debían eliminar a los griegos, que bloqueaban su ruta. Debían de estar cansados de esperar. Entonces los generales atenienses decidieron atacar. Las circunstancias de la decisión son difíciles de aclarar; una opinión defiende que los atenienses fueron informados por los jonios de las filas persas de que algunas secciones, como la caballería, estaban embarcando para atacar Atenas por mar.


Los griegos atacaron por la mañana temprano, quizá mientras los comandantes persas ubicaban aún sus fuerzas. El ejército invasor se situó en un frente muy ancho, los atenienses temieron ser desbordados por los flancos y extendieron también su frente, lo cual suponía para ellos toda una novedad táctica. Se vieron obligados a adelgazar la línea por el centro para reforzar las alas. Datis usó sus mejores tropas, los persas y los sacas, con espectaculares secciones de arqueros, lanzadores de honda y de jabalina, que bombardeaban al enemigo desde la distancia.


Ambos ejércitos estaban frente a frente, separados por casi un kilómetro y medio, de manera que los griegos tuvieron que cubrir esa distancia para alcanzar al enemigo. Al principio avanzaron andando, para no agotarse con su pesado equipo, pero en los último metros, donde les alcanzaban las flechas y las jabalinas comenzaron a correr. La carga sorprendió a los persas, habían subestimado el coraje de sus oponentes tras la fácil derrota de los eubeos y tras varios días acampados en territorio enemigo sin consecuencias.


Redoblaron el lanzamiento de proyectiles sobre las filas griegas intentando detenerlas, pero ni siquiera las retrasaron ni ún ápice, comprendiendo entonces que debían prepararse para recibir la carga.


Los contendientes chocaron a lo largo del amplio frente. En el centro persa se concentraban las mejores tropas y consiguieron rechazar al debilitado centro ateniense. En las alas, las cosas fueron distintas. Atenienses y plateos ( éstos concentrados en el ala izquierda ) quebraron la cohesión del enemigo. Bajo la presión del violento ataque griego, las alas se dispersaron y los flancos persas quedaron al descubierto.


Entonces, las alas griegas se cerraron aplastando al ejército oriental. Cundió el pánico y los persas se batieron en retirada. Los griegos se reagruparon y los persiguieron. Sólo la disciplina y la experiencia de los oficiales persas evitaron la completa aniquilación. Organizaron la retaguardia a la desesperada y consiguieron embarcar parte de las fuerzas en las naves amarradas en aguas poco profundas más allá del campamento. Pese a todo, las bajas fueron muy elevadas, 6400 hombres, muchos de ellos atrapados entre el mar y los pantanos al norte del campamento persa. Los atenieneses sufrieron la pérdida de 192 hoplitas, entre ellos el polemarca Calímaco.


La caballería persa, tan temida por los griegos, estuvo ausente en la batalla. Por ello se cree que fue embarcada para atacar Atenas por el mar. Datis todavía confiaba en alcanzar Atenas por vía marítima y capturarla antes de que regresara el ejército ateniense. Reunió a los hombres que le quedaban y puso rumbo hacia el sur a toda vela. Cuando los vigías atenienses advirtieron que el enemigo se dirigía hacia el cabo de Sunión, el Estado Mayor ordenó partir a marchas forzadas.


El ejército griego llegó a tiempo de evitar el ataque. Datis se vio bloqueado en la bahía de Falero y tuvo que poner rumbo de regreso a Asia Menor y prepararse para informar al rey de su fracaso.

Al día siguiente de la batalla, llegaron 2000 espartanos a Maratón. Habían salido seis días tarde más tarde de la petición de auxilio, marchando a tal velocidad que alcanzaron el lugar en tres jornadas, aunque ya era demasiado tarde. Los laconios examinaron las bajas persas y colmaron de alabanzas a los atenienses antes de regresar a Esparta. Por su parte los atenienses no celebraron la victoria hasta ver completamente alejada la amenaza oriental.


Era la primera vez que un ejército griego vencía a los persas, los hoplitas muertos fueron incinerados y sus cenizas enterradas enterradas en un túmulo en el lugar de la batalla. El montículo, conocido como Soros, permanece hoy día en el mismo lugar y permite ubicar el terreno donde hace 2500 años chocaron los dos ejércitos.